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Andrés Garrido del Toral deja un legado a la historia queretana

Gonzalo Flores “Mi papá sabía, por alguna extraña razón, los eventos que sucedieron, sucedían y sucederían, que marcarían la historia de nuestro estado”, relató Concepción Garrido, durante la lectura del texto que ofrendó a su padre, el cronista Andrés Garrido del Toral, durante la inauguración del altar dedicado a su memoria en el corazón del … Leer más

Gonzalo Flores

“Mi papá sabía, por alguna extraña razón, los eventos que sucedieron, sucedían y sucederían, que marcarían la historia de nuestro estado”, relató Concepción Garrido, durante la lectura del texto que ofrendó a su padre, el cronista Andrés Garrido del Toral, durante la inauguración del altar dedicado a su memoria en el corazón del Centro Histórico.

Aquella lectura de una de sus tres hijas, durante la noche del pasado 28 de octubre, en medio del Jardín Guerrero, recordó la relevancia del ser humano que se dedicó a documentar la historia queretana, quien además, fue segundo en recibir el nombramiento de cronista del Estado, e importante impulsor de la figura del cronista.

Contó que las conversaciones con él eran máquinas del tiempo con engranajes, “lo suficientemente aceitados, y diseñados para visitar a los pueblos chichimecas y jonaces desde sus orígenes, para comer pipián y asistir a una tertulia en el virreinato, (…) para tener consciencia de dónde venimos y hacia dónde vamos como seres históricos”.

Desde la mañana del pasado 14 de julio de este año, Andrés Garrido del Toral dejó el plano terrenal.

Su hija Connie también recordó que las calles del Centro Histórico “recorrieron su corazón y lo siguen haciendo. Pero no solo estas calles, sino cada rincón de todo el municipio: Santa Rosa Jáuregui cuando nos daba la bienvenida con su bellísima y particular cúpula de tintes turquesas que te envuelve a la distancia, Cayetano Rubio con sus interminables rincones mágicos llenos de teatros en sepia, vías serpentinas y la atmósfera sublime de su fábrica; Felipe Carrillo Puerto, nombrada como su héroe yucateco, donde vivimos nacimientos, matrimonios familiares y todos los procesos íntimos de nuestra vida, pues es donde residimos; Josefa Vergara, donde descubríamos tesoros en forma de libros en sus vastos mercados y donde más de una vez compartimos el amor por las Chivas del Guadalajara en su mítico estadio, y por supuesto, donde se encuentra su amado Cerro del Cimatario –por eso su corazón siempre ‘miraba al sur’–, Félix Osores, donde contemplamos las cúpulas de la modernidad, las fábricas, en cada ocaso purpúreo y dorado de nuestra ciudad, y Epigmenio González, donde el mural de casas multicolor nos sonreía abriendo el horizonte y donde comenzó a existir su primera nieta”.

¿Quién no conoció a don Andrés?

En 57 años, Garrido del Toral acumuló tantos amigos como conocimiento e historia. “Siempre estaba al tanto de las microhistorias de esos emblemáticos y místicos lugares, así como de sus dueños y fundadores, que eran sus amigos, sus grandes amigos, cómplices de su amor por Querétaro”.

Parte de su historia ahora se conoce mediante un código QR en el pasaje de la calle Madero, donde enormes catrinas invitan a los ciudadanos a utilizar sus teléfonos celulares para conocer por qué el altar que vive en el corazón del Jardín Guerrero enaltece su memoria, que perdurará más allá de esta celebración tradicional.

“Mi papá amaba el arte y la cultura porque él creía que eran la posibilidad de trascender en este mundo, porque él creía que las letras son inmortales y que su esencia no se desintegraría al partir físicamente, que estaría presente en las conversaciones que sus lectores quisieran sostener con él al abrir un libro suyo (escribió más de 20), que su alma transitaría para siempre a través de la cantera rosa, en los sonidos de las campanadas y de los relojes monumentales de nuestras iglesias, en el flujo verdiazulado de los ríos en la Sierra Gorda, en el calor y en las cactáceas de su amada Cadereyta, en la energía emanada por su anhelada Peña de Bernal –donde reposan sus cenizas– y sobre todo, y lo más importante, en la memoria de las personas que lo conocimos, que lo leímos, que lo escuchamos, que lo abrazamos, que lo habitamos y que transmitiremos su recuerdo y su esencia a nuestros descendientes y futuros habitantes de nuestro Querétaro”.

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