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Especial: Pablo Jiménez, el queretano que conquistó el Everest

Además de esta desafiante aventura de hacer cumbre en el Everest, el joven ha cruzado Israel caminando y ha realizado viajes fuera de serie

Llegar a la cima del Everest es una hazaña que pocos han conquistado, que muchos sueñan lograr y que para otros es simplemente una utopía.

Para Pablo Jiménez Pérez, originario de Querétaro, fue un sueño hecho realidad, pero también una de las aventuras más desafiantes de su vida.

En exclusiva para AM de Querétaro, el abogado y alpinista de 27 años narró cómo uno de sus triunfos más aplaudidos incluso por el Gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri, fue también una de las experiencias más duras y de las que se arrepintió varias veces durante el trayecto.

“Es una expedición de mucho sacrificio tanto físico como mental, conlleva mucha fuerza de voluntad de no rendirte, hay días de frío, hay días que comes mucho y otros que la sangre se te va al estómago y no oxigenas bien, hay días que dices ‘qué hago yo sufriendo’, pero es parte del sacrificio y el logro”.

Fue a mediados de 2021 que llegó a su mente la idea de hacer cumbre en el Everest y que comenzó a planear todo.

Viajó a Nepal para cumplir su sueño y, el 5 de abril, salió del hotel, tomó su equipo y las provisiones que lo acompañarían por 38 días de travesía.

El viaje comenzó con una caminata de 52 kilómetros en tres días para llegar a campo base. Ahí, estuvo una semana y media para aclimatarse a los primeros 5 mil 400 metros de altura (la altura del Pico de Orizaba) para luego iniciar un periodo de ‘rotación’, es decir, caminar entre varios campos con distintas alturas para  adaptar al cuerpo.

¿Qué pasó por tu cabeza cuando ya ibas a llegar a la cima?
“Te soy honesto, querer regresar. Cuando veo la cima lo primero que pienso es ‘ahora tengo que regresar’, me costó la vida llegar, me sentía vulnerable, con mucho miedo, acababa de tocar un cadáver; te soy honesto, ni feliz estaba porque estaba nervioso, pensando en ‘Dios mio, ahora dame fuerzas para regresar”, compartió.

“Obvio hubo cosas positivas de decir ‘lo logré, mi cuerpo pudo, estoy en la cima’, mucha gente ha venido al Everest tres o cuatro veces y no logra subir y yo dije ‘qué suerte, Dios me concedió esta oportunidad’”, agregó.

Otra de las cosas duras que vivió fue la lesión de uno de sus compañeros mexicanos que no logró hacer cumbre por un edema cerebral y otro más que sí llegó a la cima, pero sufrió un descalabro en el descenso.

LA CARTA DE DESPEDIDA

El reto que implica una aventura de esta índole no es minúsculo. Soportar -15°, poner a prueba la resistencia cardiovascular, caminar de noche de madrugada, o alimentarse fueron algunas de las dificultades y el peligro que implicaba el desafío lo llevó a hacer una carta de despedida.

“Hubo un día que caminé 40 horas, eso fue de los días más difíciles, fue muy pesado, ahí sí la sufrí. Te llegan muchos pensamientos, te entra el miedo… Antes de salir a mi primera rotación, a mi mejor amigo sí le escribí una carta por si no llegaba a regresar, para mi familia, le dije ‘si no regreso, se la das a mi familia’, una carta muy dura”.

AMANTE DE LO EXTREMO

Pablo fue muy inquieto desde su niñez. Practicó el alpinismo desde muy pequeño, pero el 2015 fue probablemente el año que cambió su vida. Compartió que, en ese año, viajó solo por primera vez a Bélgica. “Siempre con un boleto de ida, pero no de vuelta”, narra. Le gusta sentirse libre, la aventura y la adrenalina de querer comerse el mundo para descubrir cada rincón.

Ese viaje fue solamente el hilo que desenredó la historia. De ahí vinieron muchas más. Entre risas, Pablo recuerda que antes de escalar el Everest, recorrió todo Israel… caminando.

“He subido todas las montañas de México, el Kilimanjaro, he cruzado todo África de Etiopía a Madagascar, he cruzado Israel caminando 380 kilómetros, he cruzado el Atlántico a pura vela sin motor 66 días, digamos que me gusta la aventura”.

Finalmente, agradeció todos los mensajes que recibió durante estos días en redes sociales, así como a su familia que lo apoyó de forma incondicional, a pesar del miedo.

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