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Porciones de comida llegan como apoyo a la Epigmenio González

Porciones de comida llegan como apoyo a la Epigmenio González
Porciones de comida llegan como apoyo a la Epigmenio González

Porciones de comida son cocinadas para apoyar a la gente que ha perdido el empleo en tiempos de pandemia Carlos Uriegas Porciones de comida con elaboradas para cientos de personas pues la enfermedad es la cara más visible de la pandemia, pero la crisis sanitaria ha pegado más fuerte a las personas que menos tienen, … Leer más

Porciones de comida son cocinadas para apoyar a la gente que ha perdido el empleo en tiempos de pandemia

Carlos Uriegas

Porciones de comida con elaboradas para cientos de personas pues la enfermedad es la cara más visible de la pandemia, pero la crisis sanitaria ha pegado más fuerte a las personas que menos tienen, para aquellos quienes estar sano puede resultar un lujo, ya que su necesidad alimentaria derivada de la desigualdad y agravada por el desempleo no está cubierta.

En la Delegación Epigmenio González, una zona lejana al Querétaro que se presume en las estadísticas y se muestra a los turistas, la educación ha dado paso al alimento ya que desde el 11 de mayo, su centro cultural se trasformó en comedor comunitario para cocinar porciones de comida.

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A través del DIF Municipal, se preparan mil porciones de comida diarias que se repartirán en tres distintas zonas de la delegación. Grandes ollas en hervor derivan el olor de los platillos cocinados por mujeres y hombres que con orden, limpieza y cariño cocinan los alimentos que aliviarán un poco a las familias que religiosamente acuden con sus recipientes en busca de esperanza.

En un gran pizarrón se anotan las alineaciones de los dos equipos conformados por personal del DIF Municipal, del Instituto de Artes y Oficios y de la Delegación Epigmenio González, con plumón verde se plasma la táctica y la estrategia a seguir en la cocina para hacer porciones de comida; ese día el sabroso objetivo consistía en la elaboración de pollo a la jardinera, frijoles y arroz.

El equipo conformado también por voluntarios se divide en dos grupos que pone manos a la obra; uno está conformado por Nora, Nayeli, Fide, Señora Silvia y Mariel, el segundo conjunto es el de Fabiola, Carmen, Faby, Miguel, Teresita, Cristi Dávalos y Ana. Todos saben lo que tienen que hacer, unos limpian, otras cocen el frijol, unas muelen los tomates para la salsa y otras ponen a hervir el pollo, y las verduras en tres ollas de agua con cebolla y sal.

“Alrededor de las 7 de la mañana se empiezan las labores de la cocina; una vez que se prepara, se lava la verdura, se pone a cocer, y se guisa, ya al medio día debe estar listo todo para empezarse a repartir y adelantamos parte de la comida para el día siguiente”, lo que explica que en otra mesa dos mujeres partieran los kilos de chicharrón que serán cocinados en salsa verde.

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La higiene en una cocina es fundamental, pero los cubrebocas, los guantes y las cofias nos recuerdan que este proceso de limpieza es vital en estos tiempos de pandemia para preparar las porciones de comida.

A Fabiola Cortés Sánchez, una de las encargadas de la cocina, solo le vemos los ojos, ya que la seguridad le cubre el rostro, pero no oculta su alegría por la labor de alimentar a quienes más lo necesitan.

“Estoy muy contenta por realizar estas labores de apoyo a la gente que lo necesita, en compañía de todo el equipo, por los que empezamos y quienes se han sumado de manera voluntaria”, explica Fabiola.

La señora Laura Romero perdió su empleo y apoya voluntariamente de lunes a viernes. “Nos están dando algo y de cierta forma nosotros aportamos con nuestra mano de obra, así ayudamos y sentimos que nos lo ganamos”, narra la señora Romero quien trabajaba como demostradora de salsas y mermeladas en supermercados.

Josefina García López, hacía tortillas en un restaurante de carnitas, pero se quedo sin trabajo en febrero. “Un día vine por comida y me pidieron si podía ayuda y con gusto lo hago, soy viuda, vivo con mis hijas y vengo por comida para llevar a la casa”, explica doña Josefina.

“Todo lo que hacemos es con alimento de primera, con mucha higiene y es una gran ayuda la que nos están dando, apoyaremos lo que se pueda, hasta que volvamos a tener trabajo” comenta la señora Romero, y remata usando aquel conocido eslogan “aquí la comida está hecha con amor”.

Afuera de la cocina se percibe el olor a comida, pasa del medio día y “ya hace hambre, dice uno”. En el patio las personas se acercan al escritorio en el que dos empleadas del municipio toman sus datos: “Les pedimos una identificación, comprobante de domicilio y les damos unas fichas con un número que indica el orden en que deben pasar por la comida”, comenta una las señoritas, quien dijo que al día se reparten entre 80 y 120 fichas en promedio para diariamente cambiarlas, en la mayoría de los casos por dos porciones de arroz, frijol y un guisado.

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La familia de Lidia de Jesús esperan para recibir la comida, tiene la ficha 59, pero su necesidad la lleva, junto a sus dos hijos y dos nietos a ser paciente y esperar por las porciones que habrá de repartir en su casa.

“Nos dan dos porciones, que tenemos que repartir entre los cuatro; busqué trabajo de limpieza pero ya no me pueden ocupar porque me dicen que ya estoy muy grande para ese trabajo; le ayudo a mi hermana en un puesto de barbacoa, pero tampoco se puede trabajar ya que mi cuñado está grave en el hospital y el puesto solo vende dos veces a la semana”, explica doña Lidia quien muy agradecida comentó que lo que cocinan está muy rico.

La señora Evangelina Chávez acude al comedor desde el primer día por dos porciones, mismas que serán repartidas en su casa, para su esposo, su hijo y su nuera.

“Todo está muy bien, lo único que no me gusta es que a veces no se respeta la sana distancia, a veces creo que no hacemos lo que nos piden, las autoridades separan las sillas, pero la gente las vuelve a juntar”, comenta doña Evangelina, quien es pensionada, pero sus dos mil 900 pesos que recibe no le alcanzan.
Aunque a “caballo regalado no se le ve el diente”, algunas veces el chicharrón o el pozole pueden caerle un poco pesado a las personas de la tercera edad.

El señor Demetrio Barrera tiene dos meses visitando al comedor, más ahora que no tiene trabajo. “Trabajaba en el área de limpieza en el Soriana, perdí trabajo y no he podido encontrar, y de las dos porciones que nos dan comemos mi esposa y mis dos hijos, mi esposa trabaja y ella también aporta a la casa, ya el Sábado y domingo voy a Villa de Santiago y a la Iglesia de Cristo profeta, ahí nos apoyan el fin de semana”, comenta el señor Barrera.

Las colonias de donde más personas llegan por alimento son Unidad Nacional, Lomas de San Pedrito Peñuelas, Los Padilla, Menchaca y San Pedrito de los Arcos.

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La señora Hernández sale contenta y muestra su bolsa que contiene los tres platillos de ese día y agradecida lanza la frase: “Cuando el hambre llega la vergüenza cede”, pero no la dignidad y la esperanza de que una vez que se supere la crisis sanitaria, se reactiven los empleos que permitan a cientos de familias llevar el alimento a casa.

¿Y el postre?, se le pregunta: “No, eso ya es mucho pedir, eso es un lujo, pero al menos ya llevamos algo para la casa”, y se marchó caminando para volver al día siguiente por su chicharrón en salsa verde.

GCS

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