A finales del siglo XIX y principios del XX, la humanidad experimentó importantes transformaciones: descubrimientos sustanciales en la física, la conversión del conocimiento en tecnología, los excesos de la industrialización, el desarrollo de entornos humanos, el crecimiento urbano y demográfico, la implementación de sistemas de comunicación, la aceleración del ritmo de vida, la creación de formas de poder colectivo, el surgimiento de nuevas clases, el incremento del poder de los Estados y la burocracia, el fortalecimiento de los movimientos sociales y la consolidación de un mercado capitalista en constante expansión y siempre fluctuante, entre otras.
Marshall Berman lo describió como una vorágine del perpetuo devenir, en la que se pretendía que hombres y mujeres fueran sujetos y objetos de la modernización para que tuvieran el poder de ‘cambiar el mundo que estaba cambiándoles’, abrirse paso dentro de esa turbulencia y tomar las riendas de la propia vida.
En este sentido, el ‘snapshot’ o fotografía instantánea logró capturar el sentido de este tiempo. Subrayó el empleo de las propias habilidades y astucias, el instinto y la necesidad de la construcción del sentido de sí mismo en un mundo que se trasfiguraba. Baudelaire lo plasmó así: “La modernidad es lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, la mitad del arte, cuya otra mitad es lo eterno y lo inmutable.”
De alguna manera, el ‘snapshot’ permitió que cualquiera tuviera la posibilidad de detener la existencia dentro de esa turbulencia al menos por un instante. Registrar lo que percibían los sentidos y capturar el ‘aquí y ahora’.
No obstante, es pertinente considerar que esta práctica fotográfica estuvo motivada en buena medida por la estrategia comercial implementada por Kodak para promocionar sus productos, que atendía y daba respuesta a las necesidades de una época.