A pesar de que los museos buscan que el patrimonio cultural y artístico esté disponible para el mayor número de personas posible, sigue siendo accesible para unos cuantos. Ante esta limitante se realizan proyectos en los que las obras artísticas son recreadas y llevadas de manera itinerante a un público masivo.
Tal es el caso de la reproducción de la Capilla Sixtina, gracias a la cual puede ser admirada en diferentes puntos geográficos. Sin duda, esta experiencia resulta enriquecedora para cualquiera, pero, dado que se trata de materiales diferentes que no logran capturar todas las características del original, ¿en qué medida se transforma en algo distinto? Una impresión digital nunca revelará lo mismo que un fresco ni logrará que el volumen se convierta en una convención bidimensional.
Por otra parte, el contexto también cambia y, junto con este, la apreciación. No es lo mismo visitar la Capilla en el Vaticano que en los terrenos de la central de abastos de la ciudad de Mérida, donde se instala el tianguis del automóvil, esta estrategia agrega un tipo de información que modifica la manera de percibir la obra.
Otro caso es la instalación multisensorial “Caravaggio, experience” montada en el Museo Nacional de Arte de la Ciudad de México. En ella, mediante recursos digitales, se pueden explorar 57 obras del pintor italiano. La instalación consiste en un sistema de multiproyecciones producidas por videoartistas, acompañadas de música y fragancias creadas ex profeso. No obstante, queda en duda si con esto es posible experimentar en efecto el trabajo de este artista.
Con base en estos ejemplos, se podría decir que la recreación de obras artísticas, más allá de representarlas, suscita discursos y sentidos nuevos que poco tienen que ver con los trabajos originales. La recreación no pierde su propio valor, pues puede transformarse y aportar comentarios, sin embargo, la obra, que es la generadora y receptora de sentido seguirá ausente.