Gerardo Laveaga, distinguido jurista mexicano, director del Instituto Nacional de Ciencias Penales, dirigía un espacio televisivo llamado ‘Derechos en pugna’. Un programa de abogados para no abogados, como él lo denominaba.
Recuerdo una entrevista realizada al connotado penalista Juan Velázquez, uno de los íconos del Derecho, con más de 40 años de experiencia y sin perder un solo caso bajo su representación. Sumamente polémico por los casos que asistió, fue el representante legal de los expresidentes José López Portillo y Luis Echeverria. Representó en su momento a Arturo ‘El Negro’ Durazo, jefe de la policía capitalina que construyó una red perversa en la procuración de justicia.
En esta plática entre ambos, conversaban sobre la ética en el servicio que brinda el gremio jurídico, sobre la esencia del abogado. El maestro Laveaga hacía una reflexión, ilustraba una comparación entre los que ejercemos el Derecho y un taxista.
A nosotros, cuando paramos un taxi y le pedimos que nos lleve hasta determinado destino, el conductor no nos pregunta por qué razón; simplemente nos traslada hasta la dirección que le indicamos.
¿Pasa lo mismo con los abogados? En otras palabras, ¿es motivo suficiente, para representar a alguien, que nos pague por nuestros servicios?
Bajo la óptica del estado, todo ciudadano tiene derecho a una defensa. De lo contrario sería un linchamiento por parte del Ministerio Público como autoridad acusadora. Pero, ¿hasta qué punto elegimos a nuestros clientes e influye nuestro código de ética?
En sí, la profesión del Derecho se ha visto demeritada a través de los años. Nos asocian con todo, menos como defensores de las causas justas. He aquí lo más congruente, a mi parecer: ¿Si llega una persona con un problema y sabes que es culpable, lo representarías en juicio? Tiene el derecho.
A simple vista la respuesta sería un rotundo no. ¿Pero sabes por qué delinquió? ¿Se puede justificar la acción en casos de extrema necesidad? Yo creo que sí.
El Derecho es una herramienta progresista que busca el bienestar social, perfectible, subjetivo; pero que, sin la interpretación correcta de abogacía, pierde su rumbo.
@siarellano5
Asesor jurídico de la Notaría
Pública No. 29 del Estado de Querétaro y director general del despacho de abogados Arellano y Asociados.