A través de los siglos que tiene de existencia la tauromaquia, esta ha sufrido una serie de cambios, que van desde las características morfológicas y condiciones del ganado hasta la forma de interpretar y desarrollar el toreo por parte de los espadas.
Sin embargo, lo que en estos días vemos nos deja cada vez más perplejos, lo que nos hace pensar que la fi esta de los toros es vista a través de un caleidoscopio por los diferentes entes que la conforman, ya que cada uno tiene una perspectiva diferente, incluyendo al público.
Por un lado, se pretende catalogar de ‘figura’ a un Joselito Adame que definitivamente no termina de consolidarse como tal en España ni en nuestro país.
Público extasiado gritando “Olè”, ante un pase a media altura con un toro pastueño, con la cara tapada.
Un caso digno de comentar es el del polémico rejoneador Emiliano Gamero, quien el pasado fin de semana tuvo los tamaños para mandar picar a uno de sus toros, dado que él actúa como rejoneador, ante la complacencia de las autoridades.
Sin embargo, lo que más asombra, sin duda, es la forma tan descarada en la que las empresas compran encierros sin edad, sin trapío y con un alto grado de descastamiento, para ser lidiados en plazas y festejos importantes. Por desgracia, ya están perfectamente ubicadas las ganaderías en las que la alquimia taurina deja a un lado la bravura para dar paso a la clase y tratar de crear el llamado “toro artista”.
Lo delicado de esta situación es que buscar expresiones artísticas cada vez más depuradas propicia una modificación cada vez mayor del toro de lidia, y esa manipulación genética en busca del esteticismo, el arte de lidiar reses bravas, se aleja cada vez más de sus orígenes, basados en ese ritual de jugarse la vida con riesgo a perderla. Retomo palabras de Francisco Prieto, recopiladas de un artículo titulado ‘Ortega y Gasset y los toros’, en el que señala: “El torero ya no es un héroe y se ha vuelto simplemente artista”.
La fi esta de los toros es vista de forma diferente, dependiendo de la posición en la que te encuentres. Sin embargo, lo que sí es real es que corre un grave riesgo de perder su esencia, la que le ha permitido subsistir a través de los tiempos como un ritual de luz y sombra, de vida y muerte.