Sobre las líneas de ‘La República’ de Platón, se encuentra el mito de Giges, que narra la experiencia de un rey que posee un anillo que lo vuelve invisible, lo cual lo inducía a cometer todo tipo de ilícitos.
Numerosos teóricos han ligado la política con el buen obrar; sin embargo, al reflexionar el pasaje de Platón, surge la incógnita más importante. ¿El político actúa de la misma forma cuando es observado, que cuando no lo es? Así es. El actuar de la primera persona que ocupó el cargo de primer ministro de Inglaterra, no fue del todo ético.
El destino del imperio inglés como potencia mundial se empezó a construir desde el siglo XVIII, no sientes recordar la relevancia de la figura denominada ‘prime minister’, que en su momento fue un término despectivo; hacía referencia a la comunicación de Robert Walpole como interlocutor entre el Parlamento y los monarcas.
Un hombre controvertido por dos razones, la primera debido a que no simpatizaba con las prácticas comunes de la aristocracia y la segunda, por circunstancias de corrupción. Aunque era de conocimiento común su falta de apego a las normas morales, la historia lo clasifica como un político audaz con una gran virtud, conocía la falta de conciliación que existía entre los ordenes de Gobierno, el famoso cabildeo. Sabía perfectamente que el parlamento no funciona sin la autoridad del rey y viceversa. Habilidad que lo encaminó a su próximo papel como jefe de Gobierno.
Gracias a la eficacia del diálogo que se produjo, la clase política de Inglaterra dictaminó que no deseaban una Constitución escrita, no la necesitaban.
En comparación con nuestro sistema, en el que contamos con parámetros muy específicos, la lógica británica busca llegar a acuerdos sin la necesidad de un marco jurídico escrito. Es por ello que en las páginas de la historia, se recuerda al ‘prime minister’ (ocupación que ejerció por más de 20 años), como un estratega que ofrecía bienestar a una sociedad con futuro de primer mundo a cambio de pactos que no eran del todo al margen de la ética.
Edward Pearce afirma que no debemos encariñarnos con los políticos, ni juzgar sus actitudes, únicamente evaluar su desempeño, costos y beneficios.