En México, el diseño y construcción de la vivienda social contemporánea requiere una nueva mirada sistémica debido a los cambios sociales, económicos, urbanos, tecnológicos y ambientales. De acuerdo con un artículo publicado por el periódico La Jornada en 2013, en México existen alrededor de 5 millones de viviendas de interés social abandonadas, que han generado conflictos sociales, económicos, y ambientales.
Esta especulación de la vivienda ha causado territorios ‘fantasmas’ con severas consecuencias sociales, económicas y en ocasiones fungen como refugio de grupos criminales. El periódico estadounidense L.A. Times denunció la mala calidad y la corrupción de las ‘mini-casas’ de interés social en México. Estas casas de aproximadamente 30 metros cuadrados, –el equivalente a una cochera de dos vehículos–, fueron construidas bajo la premisa de “vivienda digna y decente” para afrontar la escasez de viviendas de bajo costo.
En los años 90, el presidente Vicente Fox lanzó un programa de vivienda digna y asequible. Para lograr esta iniciativa que buscaba construir millones de viviendas en todo el país, diversas instituciones estatales para el desarrollo social y económico, como empresas inmobiliarias crearon acuerdos con resultados perversos.
Con estos acuerdos, se transformó el territorio agrícola en fraccionamientos urbanos alejados de la ciudad, servicios y fuentes de empleo. Asimismo, se instituyeron servicios de préstamos desfavorables para el sector más vulnerable de la sociedad otorgando créditos impagables. Los trabajadores que utilizaron estos créditos tardan en pagar de 20 a 30 años la vivienda a un costo de 300 por ciento del valor original. Como resultado esto ha generado que aproximadamente una cuarta parte de la vivienda financiada por el INFONAVIT esté abandonada. Las viviendas además de estar alejadas de los centros urbanos han tenido un deterioro considerable por su mal diseño,ejecución y ubicación.
Para entender la gravedad de la vivienda social en México, el arquitecto Arturo Ortiz quien ha investigado el tema concluye: “El sistema económico que da sustento a estas anticiudades en realidad no produce viviendas, lo que produce son créditos; la gente compra casas, pero el sistema vende dinero”.