Los pueblos labran su destino, y aunque los colombianos no lo quieran aceptar, el camino que hoy transitan es similar al que un día hicieron los venezolanos cuando sus dignatarios les dieron pan y circo para saquear a su gusto el erario y dejaron la puerta abierta para la llegada de Hugo Chávez y su discurso populista, quien hizo lo mismo y tras su tempranera muerte sus herederos siguieron con la tradición.
La excusa en Colombia es la paz, pero el origen de todo lo que pasa es la corrupción.
El 19 de noviembre se hizo una consulta para escoger el candidato del Partido Liberal a la presidencia, que hace 19 años no pone presidente.
La votación no alcanzó 700 mil personas, algo que es ridículo, y el ganador r esultó Humberto de la Calle Lombana y el perdedor, Juan Fernando Cristo, escuderos del proceso de paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC, que tras 50 años de lucha armada optaron por dejar las armas.
En esta consulta, el Gobierno gastó más de 13 millones de dólares, lo que es una vergüenza, como si el país no tuviese otras prioridades en las que invertir esos recursos. Lo anterior refleja el grado de corrupción que rodea el Gobierno del Nobel de Paz.
Mientras a un individuo que se roba un pollo y es capturado se le dan 20 años de cárcel, al que saquea las arcas del Estado o roba a los incautos ahorradores le dan casa por cárcel, y tras cinco años de reclusión queda libre, sin regresar el dinero y con la colaboración de la justicia demanda al país y se gana una indemnización.
La canciller María Ángela Holguín señaló que la llegada masiva de venezolanos que huyen de la crisis económica y política de su país pone en peligro la paz, porque obligó al Gobierno a asumir la atención de los migrantes e implicó un costo adicional para el Estado, que no estaba preparado, porque lo que había era para los compromisos que se hicieron en el acuerdo (de paz) –en salud, educación, vías y proyectos productivos–.
Es decir, se desapareció el dinero de la paz.