“[La finalidad de la Bauhaus] …no fue propagar ‘estilo’, sistema o dogma algunos, sino sencillamente ejercer una influencia revivificante.”
Walter Gropius
En principio, parecería que no hay relación directa entre el diseño y la calidad de vida. No obstante, la presencia que tiene el diseño en un país, generalmente es proporcional a su nivel de desarrollo, mismo que se traduce en bienestar para sus habitantes. Pero, ¿cuál es el papel que juega en la dinámica social? En primera instancia, se puede pensar que el diseño es lo que hace que los objetos sean más atractivos o bellos, y olvidar que ‘diseñar’ implica destinar algo a un fin determinado, cuya finalidad última es o debería ser, armonizar el contexto humano.
Aunque esta función del diseño está presente desde los orígenes de la humanidad, el concepto como tal surgió con la Bauhaus, como una forma de hacer frente a los efectos provocados por la Revolución Industrial. Uno de los fundamentos de esta escuela se resume en la frase ‘La forma sigue a la función’, es decir, se buscaba crear objetos que unieran la practicidad con la belleza.
Pero diseñar va más allá de la creación de objetos, significa pensar en el bienestar del otro; plantear y encontrar soluciones que optimicen la comunicación de las ideas; la circulación por las calles; el descanso y el cuidado del cuerpo; la planificación de espacios agradables y seguros; el aprovechamiento del tiempo y de los recursos naturales, entre otros muchos aspectos que resultan vitales.
Diseñar consiste en disponer las mejores condiciones para hacer más comprensible y amable el paso por este mundo, lo cual conlleva tomar decisiones que afectan el entorno y nuestra interacción con él, por lo que es necesario que quienes tejen este destino, sean especialistas en cada área. Es una labor que no termina nunca, en cada momento se han de encontrar relaciones nuevas que se adecúen a circunstancias particulares. El diseño no es un ornamento, es una posibilidad para transformar favorablemente la existencia.