Ante una comunidad global en la que los medios electrónicos superan la capacidad de búsqueda de alternativas para encontrar la verdad de un dicho o un hecho y descubrir las cosas como son, el alud de información que hoy cubre a la inmensa mayoría de niños, jóvenes y adultos, ha convertido en un verdadero dilema identificar en donde y quién trae o dice la verdad.
Durante este año hemos sido testigos de cómo un nuevo Presidente de USA es portador de de una de las causas de esta confusión que aqueja al mundo moderno: el oportunismo. El Premio Nobel Oliver E. Williamson lo define como el acceso y uso premeditado de información reservada. La verdad padece del oportunismo. Hace las cosas aparezcan de otra forma y que sucedan cosas aparentemente sin explicación. Se vuelve complejo interpretar o hacer un juicio sobre los hechos que van sucediendo en lo social o en lo político o en lo académico.
El entorno político de nuestra Patria ante las elecciones presidenciales que se avecinan, estará expuesto paradójicamente a este fenómeno, aparentemente tenemos más información y estamos más desinformados. La aparición de candidatos por todos lados desde los independientes y resentidos hasta los aspirantes internos amenaza con confundir a los votantes y pone en evidencia lo que cualquier guerra genera: desnuda las intenciones de los involucrados. Se observa un alejamiento de las responsabilidades a las que aspiran, son más y más dimes y diretes que argumentos.
La ideología ha pasado a ser una moneda sin valor, es un fenómeno que no solo sucede en México, sino también en otras naciones. La consecuencia es la desideologización de partidos y en consecuencia de los políticos. Es una silogismo enunciar que votamos por personas solamente, sería tanto como aceptar tomas de decisiones libres de marcos de referencia morales y de principios políticos que deben regir a todo candidato.
El riesgo de estos fenómenos para ciudadanos, como usted, como yo o el de enfrente es no poder distinguir cuando se dice una verdad o una mentira, sin embargo, nuestro deber cívico es no desistir a defender, informarnos y cuidar el enorme legado recibido: la democracia.