Hoy en día, las calles son el espacio público más importante de las ciudades. Su importancia no radica en la inmensa huella que tienen en las urbes, sino en la capacidad de funcionar como arterias donde la vida sucede. Las calles son los escenarios públicos que manifiestan la realidad de la sociedad y demuestran el verdadero comportamiento ciudadano.
Ante la congestión vehicular y la falta de cohesión social, diversas ciudades del mundo estan dando prioridad a los peatones y a los ciclistas. Su objetivo es reducir la velocidad de los transportes motorizados y fomentar otras formas de movilidad.
El término “calle compartida” se refiere a la importancia de eliminar la jerarquía que se les ha dado a los vehículos, con la finalidad de crear, en las vías de comunicación, lugares públicos de convivencia e interacción para compartir armónicamente las calles.
Durante el siglo XX, las calles beneficiaron particularmente a los automóviles con el supuesto objetivo de realizar trayectos rápidos, directos y eficientes. Sin embargo, las altas velocidades excluyeron otras opciones de movilidad e incrementaron el número de accidentes de peatones y automovilistas.
Fue en los años 60, en Holanda, que un grupo de vecinos ideó una manera de reducir la velocidad de sus calles proponiendo los woonerf o “calles para vivir”. En este nuevo modelo de calle, las personas y los vehículos tenían la misma prioridad para circular con un adecuado comportamiento cívico, negociando entre sí su flujo y el espacio.
A través de vegetación, mobiliario, áreas recreativas, y estrictas normas de estacionamiento, se implementaron nuevas maneras de ocupar las calles y regular los flujos. Con el tiempo, esta nueva manera de intervenir y circular por la ciudad fue acogida por distintos barrios e instituciones gubernamentales, teniendo beneficios sociales, ambientales, económicos y de salud.
De acuerdo a la organización Derive Lab, quién desarrolló el primer manual en español y portugués de este tema, una “premisa básica del concepto de calles compartidas es compartir el espacio y la responsabilidad de la calle”. Esta organización, que “explora nuevas maneras de vivir y pensar la vida”, ha difundido gratuitamente sus manuales con la finalidad de promover entornos equitativos, funcionales y seguros.
Aún hay paradigmas para comprender que las ciudades necesitan vialidades que celebren la vida, la dignidad y el bienestar de una sociedad, por encima de la premura de sus usuarios.