Estimado lector, cuando usted esté leyendo esta columna, miles de hombres, mujeres y niños estarán llegando el día de hoy a la insigne y nacional Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México, para postrarse a los pies de la imagen de la Virgen de Guadalupe.
De este tema ya había comentado la semana pasada, sin embargo, lo vuelvo a realizar al ver como más de 15 mil mujeres y cerca de 20 mil hombres llegaron el pasado fin de semana a San Juan del Río.
El domingo pasado tuve la fortuna de estar recibiendo, junto con los sacerdotes de la Parroquia de San Juan Bautista, la columna de mujeres que arribó a la ciudad. La verdad, independientemente de la fe que profeso, es increíble la fe de las mujeres de todas las edades y de todas las condiciones sociales que se manifiesta en la peregrinación, sobre todo en esa devoción a la Virgen de Guadalupe.
Lo mismo sucedió al día siguiente, lunes. Ese día lo había solicitado de descanso en mi trabajo para dedicarme a la atención del grupo de peregrinos que se queda en casa y que, año tras año, llega a visitarnos.
Es impresionante cómo las columnas de peregrinos que vienen de la Sierra Gorda y de la ciudad de Querétaro invaden la ciudad, pero, sobre todo, llama la atención la fe que se manifiesta.
Es de comentar que, en los últimos años, ambas columnas son encabezadas por el obispo de la Diócesis, monseñor Faustino Armendáriz, quien entra caminando a la ciudad y así, con paso firme, se dirige hasta el Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe, donde miles de queretanos se postran ante la imagen de la Virgen de Guadalupe, tan venerada para los sanjuanenses.
¿Qué hace mover a miles de queretanos por kilómetros para llegar a ver la Virgen? ¿De dónde se saca tanta fe para realizar este sacrificio de caminar?
Yo señalé en mi colaboración pasada que es la fe, y sigo insistiendo: la fe hace que miles de queretanos hoy se postren ante las plantas de Santa María de Guadalupe, constituyendo esto una enorme prueba de amor y de devoción que, incluso, es ejemplo a nivel nacional ya que esta peregrinación es la segunda más grande de la república, solo superada por la de la Diócesis de Toluca.
Pero probablemente sea la más importante y la más organizada, sobre todo por el contexto de evangelización que se utiliza en los más de 15 días de camino, el orden y la seguridad que se tiene.
Algunos pensarán que los milagros no existen; sin embargo, en la peregrinación del Querétaro al Tepeyac, se realiza un verdadero milagro al ver a miles de personas caminando y que rara vez ha pasado un accidente, pero el milagro más importante es la unión que surge a partir de esta experiencia de caminar.
Miles de familias se unen en torno al padre o la madre de familia, o se unen para visitar a los hijos a la novia, a los niños, constituyendo este elemento un factor de unión familiar único y que solo se da en la peregrinación.
Sin duda, las rosas del Tepeyac brotarán de nuevo este domingo para los miles de queretanos que llegarán a postrarse a los pies de la Virgen de Guadalupe, quien los recibe como Madre amorosa que es y que se ha manifestado.
A ella le darán gracias por los favores recibidos, le pedirán por sus enfermedades, por su familia, por sus necesidades, la verán tan solo menos de cinco minutos…
Pero el caminar de días habrá valido la pena.
Los queretanos hoy escucharán las bellas palabras que la Virgen de Guadalupe le dirigió a Juan Diego: “Escucha, nada tienes que temer… ¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre”.
Comentario al margen: el próximo martes se cumplen 486 años de la fundación de la muy noble y leal ciudad de Santiago de Querétaro, capital de nuestro estado y una de las ciudades más hermosas de México.
Felicito muy cordialmente a los queretanos que deben de sentirse orgullosos de la ciudad fundada bajo la sombra del Apóstol Santiago.
