Hace ocho días, muchos de nosotros nos despertamos en San Juan del Río con una triste noticia:
La muerte del joven licenciado en Derecho, Martín Feregrino Quiroz, quien se desempeñaba como coordinador de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) en el campus de nuestra ciudad.
Un abogado muy joven de 27 años de edad, con una vida académica muy interesante, ya que había logrado la maestría en Derecho y además era un catedrático muy querido por los jóvenes estudiantes.
Al ver este tipo de noticias es indiscutible preguntarnos: ¿Por qué murió tan joven ¿Por qué no vivió más tiempo? ¿Por qué, teniendo un futuro tan promisorio, la vida le fue cortada tan de repente? Y muchas otras preguntas que seguramente quedarán sin una respuesta positiva y, más bien, probablemente aumentará la tristeza que se llegará a tener.
Yo mismo me hacía muchas preguntas, ya que no pasaba un mes que había estado con el licenciado en el campus de la universidad, lugar donde pasé cinco años de mi vida estudiando la carrera de licenciado en Derecho. Sin embargo, en medio de la incertidumbre, pensaba un poco sobre la importancia de lo que es vivir.
El licenciado Feregrino tuvo 27 años de vida, 27 años en donde aprovechó, en donde disfrutó, en donde conoció personas, compartió experiencias y conocimientos, y en donde seguramente fue muy feliz.
La enseñanza de este tipo de acontecimientos es también que hay que disfrutar la vida, no la vida de amargura (porque muchos parecen que ven la vida de amargura), tampoco la vida de sufrimiento (porque pareciera que muchos ven la vida como un momento de sufrimiento).
Más bien la vida debe ser disfrutada en los momentos y en las formas donde nos encontramos, en las circunstancias en donde nos desarrollamos, en el sentimiento que tenemos hacia los demás, en los beneficios y en los “tropezones” que luego se nos presentan.
Una película lleva como título ‘La Vida es Bella’ y, ciertamente, la vida es muy bella.
La vida en plenitud de toda persona es bella, la vida con dignidad, la vida llevada con amor y con responsabilidad, la vida que respeta y que es respetada… es bella.
A veces la vida no es respetada, no es llevada con dignidad, no es ni siquiera valorada en el sentido de lo que es, de lo que se tiene y de lo que vale.
Es muy lamentable, por ejemplo, aquellos patrones o jefes que no valoran a sus trabajadores y parece que la vida de sus empleados está dedicada al 100 por ciento a lo que ellos dicen.
O qué decir de la vida que no se tiene en dignidad cuando las mujeres, esposas, novias o hijas no son respetadas por su condición de mujeres y son maltratadas por hombres sin escrúpulos ni sentimientos y que la vida de esos “hombres” es la que ha perdido todo tipo de valor.
Los hombres estamos llamados a disfrutar la vida, y ese disfrutar nos tiene que llevar a la felicidad. El fin último de todo hombre en la Tierra es el ser feliz y, posteriormente, cuando fallece, llegar al lugar de la felicidad completa y permanente.
Para quienes somos creyentes, nos llama mucho la atención las palabras que menciona el misal romano en la misa que se celebra para los difuntos: “Pues para quienes creemos en ti, Padre, la vida no se acaba, se transforma; y una vez disuelta nuestra morada terrenal, se nos prepara una mansión eterna en el cielo…”.
Son hermosas estas palabras que nos invitan a creer en que la vida, incluso cuando termina en lo terreno con la muerte, sigue y sigue para lograr ser feliz uno en el cielo o en el lugar donde esperamos llegar.
Disfrutar la vida es ahora la invitación que hago a usted, estimado lector, disfrute la vida con amor, con cariño, con responsabilidad, con libertad, con la esperanza de que la vida continúa, aunque no nos encontremos en este mundo. Esa es la invitación.
Y al disfrutar la vida seamos felices. El mundo necesita más gente feliz y menos gente con odios y con rencores.