El mensaje del papa Francisco ha sido contundente para el presidente de Estados Unidos, Donald Trump: ponga atención a la seguridad, pero no con más soldados y más armamento
Sergio Ibarra
El encuentro que ha tenido lugar esta semana pasada entre el Papa Francisco y el Sr. Trump, en el Vaticano, estuvo rodeado de códigos y de símbolos que solo a la luz de las interpretaciones semióticas del inolvidable Umberto Eco es posible leer y luego comprender.
Los mandatarios habían cruzado mensajes que dejaron en evidencia que no solo no piensan igual, sino que son sus posturas son diferentes y opuestas. Una que dio la vuelta al mundo, fue cuando el Papa dijo: “una persona que piensa solo en construir muros, donde sea, y no construir puentes, no es cristiana”.
La recepción se redujo a 27 minutos, la mitad de lo que el Papa dedicó a Obama. ¿Es un mensaje? Sí. Es un tanto como decir, “gracias por venir y siga su camino”. Un mensaje que deja un “no tenemos mucho de qué hablar”.
En política esto es un detalle que no puede pasar desapercibido: la brevedad de la reunión.
No ha trascendido el detalle de lo que se conversó, sin embargo, hubo una reunión posterior del Sr. Trump con el número dos de la Santa Sede, el cardenal Pietro Parolin, y con el secretario para las Relaciones con los Estados, monseñor Paul Gallagher.
Esa reunión, en contraste, tuvo una duración de 50 minutos, más de lo habitual para un jefe de Estado y más aun tratándose del presidente de Estados Unidos. Tanto como el decir, “pásale con mis subordinados para que te expresen los detalles y ojalá les entiendas”.
El Papa le ha hecho entrega de los documentos que ha elaborado durante su Pontificado. La exhortación apostólica ‘Amoris Laetiia’, el texto ‘Evangelii Gaudium’, y su encíclica sobre la ecología, ‘Laudato Si’, que el Papa subrayó sobre la cura de nuestra casa común: el medioambiente.
“Lo leeré”, le ha respondido el Sr. Trump, quien, por su parte y en contraste, le regaló al Pontífice una caja negra cerrada con libros de Martin Luther King en su interior.
“Es un regalo para usted, libros de Martin Luther King, pienso que le gustará… espero que sí”, ha señalado.
El significado de estos regalos no es menor.
Por una parte, un mensaje claro sobre el cuidado del medio ambiente. La situación que vive nuestro mundo, “nuestra casa común” como bien dice el Papa, en cuanto al deterioro del medio ecológico, la extinción de distintas razas de animales, la desaparición de bosques y de ríos, la contaminación del mar y el uso de excesivo de combustibles de origen fósil es una amenaza ya permanente y en curso contra las condiciones climáticas. En contraste con el primer presupuesto del Sr. Trump, donde lo que se fortalece es el gasto en defensa y la reducción de la ayuda a miles de norteamericanos en servicios de salud.
El mensaje del Papa ha sido contundente: ponga atención a la seguridad, pero no con más soldados y más armamento.
El medio ambiente es una de las dimensiones de la seguridad y el Papa, con toda claridad, le recuerda al Sr. Trump cuáles son las prioridades para la humanidad.
Uno de los contrastes de este breve encuentro fue su respuesta, “que lo va a leer”.
No asumió ningún compromiso, ni expresó ninguna coincidencia.
Por otro lado, es una manifestación o de una profunda contradicción o de un profundo cinismo, el que un mandatario, cuya primera decisión ha sido darle la espada de Damocles a sus agencias policiales para perseguir, atropellar y destruir las vidas de cientos de migrantes mexicanos, llegue con un obsequio al Papa consistente en libros de uno de los defensores emblemáticos de los Derechos Humanos, derechos que se ha ocupado especialmente en ignorar y violar.
¿Cuáles son y serán los alcances de este personaje que tiene la desfachatez de mofarse de esta forma del líder de la Iglesia Católica?
El otro tema que el Papa ha puesto como una prioridad es la paz.
El Sr. Trump en los meses que apenas lleva en su puesto, se ha empeñado en declararle la guerra a todos lo que se pongan enfrente. A México lo ha tomado casi como que de ejemplo, como para decirle al mundo “miren lo que le quiero hacer a mi vecino”.
“Ustedes que no lo son, ¿Qué pueden esperar”.
Hacia el final del encuentro apareció otro símbolo. El Papa le obsequió al Sr. Trump una medalla muy especial: es una medalla de un artista romano.
“Es el olivo, símbolo de la paz… se lo doy para que sea instrumento de la paz”. A lo que Trump contestó: Necesitamos paz.
De tantos disparates y agresiones que este personaje ha hecho y dicho, esta respuesta pareciera ser un asomo de sensatez. Solo un asomo.
Un encuentro que se remató, por una parte, con una fina broma que el Papa hizo a la esposa del Sr. Trump, relacionado con un dulce de su tierra, de origen esloveno (broma que por supuesto que el Sr. Trump no entendió) y por la otra, la expresión seria del Papa Francisco al momento de las fotografías que darían la vuelta al mundo.
Un encuentro que deja una pequeña luz de que este personaje, que ha lucido por su ignorancia y su arrogancia, quizás como el mismo dijo, voy a tener en cuenta lo que me dijo el Papa.
Un Papa que se ha distinguido por su expresión jovial y por su alegría, como buen latino, tuvo para el Sr. Trump una seria y breve recepción, pero llena de mensajes que corroboran la postura del desacuerdo de la Iglesia Católica ante las decisiones del mandatario estadounidense.
Ojalá comprenda el Sr. Trump los mensajes clave en cuanto a las prioridades mundiales: medio ambiente y paz.
Dos temas de seguridad.