Frase expresada la semana pasada por un policía de la agencia Inmigration and Customs Enforcement (ICE) que nace en 2003 como parte del programa originado por el ataque a las Torres Gemelas, Homeland Security, en donde se fusionaron varias agencias policiales y que se encarga de hacer cumplir las leyes federales que gobiernan el control fronterizo, aduanas, comercio e inmigración con el fin de promover la seguridad nacional y pública.
ICE cuenta con más de 20 mil empleados en 400 oficinas desplegadas en el territorio de EE.UU. y en 48 países, su principal misión, después del decreto presidencial anunciado en días pasados, es detener y deportar extranjeros que representen un peligro a la seguridad nacional de aquel país.
La liberación que ha ocasionado la persecución desatada por esta Trumpada, ha envalentonado a los miembros del ICE para actuar como se les dé la gana. Sean Spicer, vocero de la Casa Blanca, dijo que con el decreto “se les quitaron los grilletes a los policías”. A partir de ello, cuentan con la protección y autorización superior para actuar de forma intrusiva en la vida de los inmigrantes, acosándoles en sus casas, inclusive y produciendo una dramática moda en el personal del ICE a perseguir a seres humanos, con la delgada línea que distingue a los que son un peligro, de los que no lo son. De derechos humanos ni hablamos.
Una vez que la regla de Obama, de enfocarse a serios criminales, ha desaparecido, los miembros de esta agencia policial se están dando un festín, estimulando conductas y sentimientos de discriminación étnica que se suponían superados y que el decreto les ha dado rienda suelta, con el verdadero peligro de regresar a las épocas del kukuxklán, pero en un contexto muy distinto.
La mayoría de los operativos se hacen entre las 4 y las 8 de la mañana, entre semana, aguardándoles en los barrios o colonias en donde viven mexicanos. Literalmente, los cazan en su trayecto al trabajo y con documentos o sin documentos, son detenidos, privados de su libertad; si llegan a resistirse, son objeto del uso de la fuerza y luego enviados a México. Los fines de semana los hacen afuera y adentro de las iglesias, durante ceremonias religiosas, que obviamente son públicas, los agentes, revisan, observan e intimidan a los feligreses. Otro de los operativos se da en vuelos locales en rutas en donde se presume que los indocumentados viajan, los pasajeros son obligados si los agentes de ICE que así lo deciden o eligen, a mostrar sus documentos y ser detenidos sin más, en ese momento.
El decreto les permite evitar a la prensa y si llegan a hacer alguna declaración, tienen el derecho de permanecer en el anonimato. Tan solo en las redadas de estas primeras semanas, en el Sur de California, se había detenido a 161 personas, que sin permitirles ni siquiera regresar a su domicilio, son apartados de sus familias y enviados a México.
El contexto en el que se anuncia este decreto no tiene nada que ver con la infancia del que lo emitió, ni la del secretario Kelly, que se ha encargado de subir la ‘moral’ de los policías de la ICE. En primer término, en aquellas épocas había unos cuantos miles de inmigrantes de México, hoy son más de 30 millones de personas, no de animales, que colaboran y representan casi 4% del PIB de EE.UU.
Al margen de la ignorancia de que estos policías se la crean, de que el espíritu del kukuxklán está de regreso, la realidad es que hoy Estados Unidos consume 30% de las drogas ilegales en el mundo y obviamente, no son 30% de la población mundial. Ese mercado, y no otro, es el que ha creado que miles de personas representen un peligro, pero para la sociedad de ambos países.
Desde 2006, el gobierno de México inició una guerra contra la delincuencia organizada, que sigue en curso, aunque el presidente Peña no lo quiera reconocer. Una guerra que en sus daños colaterales ha costado mas de 100 mil vidas, que ha deteriorado la Seguridad Nacional de su vecino y que ha ocasionado el lavado de más de 200 mil millones de dólares anuales, extorsiones, secuestros, prostitución, corrupción y por su fuera poco, ha alimentado la industria de armas de EE.UU., de lo cual el decreto por supuesto que no habla. Lo decomisado por las FF.AA. mexicanas a los cárteles, sería suficiente para equipar un ejército de cualquier país de Centroamérica.
Los cárteles de la droga han evolucionado, y como toda amenaza hoy cuentan con tecnología y con miles de personas que se han alistado a sus grupos y han incurrido en actos de terrorismo en defensa de sus intereses, claro ilegales, pero que, sin ese apetecible mercado de drogadictos que tiene el país que ahora tanto defienden, no existirían. Ahora resulta que los gringos son inocentes de la misma ilegalidad a la que el policía se refiere.
Las consecuencias de que estos envalentonados del ICE se metan con inmigrantes, si sí lo están, deberá incluir enfrentar a los cárteles mexicanos en su territorio, a menos de que ahora resulte los inmiscuidos, sean inmigrantes legales. Si va en serio, ojalá muestren 10% del valor de hacerlo como lo han hecho las FF.AA. mexicanas. Si así es, no tardará mucho tiempo en que veamos enfrentamientos violentos, como los que suceden en México desde hace más de 20 años, mismo que son causados por la parte ilegal que los gringos no están entiendo de la drogadicción de su población, que paradójicamente ha ocasionado el crecimiento exponencial de inmigrantes.
¿Quieren hablar en ilegalidad? ¿Por qué no empiezan por criminalizar a todos los narco dependientes que son un peligro para ambas naciones? ¿Por qué no han puesto orden a la producción y venta de armas a particulares, que es un peligro para ambas sociedades? ¿Por qué pareciera que la guerra contra el narcotráfico solo está acá y no allá?
Es una pena que la ineptitud de nuestras autoridades, en particular la del Sr. Videgaray, que raya en lo grotesco, impida que ya le hubiesen volteado el asunto a los gringos. Lejos de ello, están bailando al son que los gringos les han puesto, se han burlado en nuestra cara de nuestra máxima figura diplomática y todavía les reciben en Los Pinos. No se está actuando con la firmeza, ni el coraje, ni los pantalones que se necesitan para ponerles de a peso los tamales. ¿Qué les detiene para poner en la opinión mundial el daño, el profundo daño, que el narcotráfico ha hecho a nuestra Patria? ¿Les tienen miedo? ¿O acaso existirá alguna razón oculta para no atacar al narco?