Alguna vez Fidel Castro declaró a la prensa cubana: “Era delantero; corría bastante. Fue en quinto grado cuando empecé‚ en el colegio Dolores, en Santiago de Cuba, en un patio de cemento, y el balón no era como los de ahora. El futbol me ayudó a tener voluntad, a ejercer mi capacidad de resistencia física, me produjo placer, satisfacción, espíritu de lucha y competencia”.
Castro ha sido un personaje de virtudes y defectos. No se puede ser objetivo cuando se refiere al líder de la Revolución cubana. Tan autoritario fue su mandato como efectivo: un hombre de contrastes y de posición indistinta en el césped. En vida, Castro jamás permitió que se le rindiera tributo mediante estatuas, o que algunas calles, plazas o instituciones de Cuba llevaran su nombre y, a diferencia de líderes como Lenin o Eva Perón, ordenó que posterior a su muerte fuera cremado en vez de ser adorado mediante un cuerpo embalsamado. Fidel creía que el culto a la personalidad era negativo para la revolución; “la historia me absolverá”, una de sus más célebres frases. Quizá a eso se refiera la voluntad de la que habla le proporcionó el futbol.
Una medida para valorar las paradojas en la isla durante los 49 años en los que Fidel estuvo en el poder son sus médicos y sus futbolistas. Cuando Hugo Chávez fue presidente de Venezuela, Castro abasteció al país sudamericano miles de millones de dólares en petróleo subsidiado a cambio del envío de médicos y profesores que auxiliaran en salud y educación a los venezolanos. Se tenía las cifras que amparaban al gobierno cubano: según datos de la BBC, Cuba forma a 130 mil médicos, garantizando un médico por cada 130 personas, con el mayor índice de médicos per cápita del mundo y, en temas de educación, redujo a cero por ciento el analfabetismo en el país.
Por el contrario, el futbol cubano ha mostrado la otra cara de la moneda. Con base en el reportaje de Aítor Lagunas, publicado en Revista Panenka, 21 jugadores cubanos han aprovechado distintas convocatorias internacionales para huir de su país. Según el periodista cubano, Omar Claro, con el gobierno castrista “el reloj se detuvo hace muchos años para el balompié en Cuba”, con el ‘éxodo de Mariel’, casi 100 mil migrantes salieron de la isla rumbo a Miami, una crisis migratoria que además echa a la canasta la nula libertad de expresión y la cruenta persecución que Castro inició en contra de los homosexuales en la isla.
El deporte que más le apasionaba a Fidel era el béisbol, algunos testimonios quedan -como el de Pedro Pablo Ferré Elías- del futbolista que fue Castro cuando pasó su niñez en una escuela católica y jugó de puntero derecho, (sí, derecho). Su amistad con Diego Armando Maradona lo acercó aún más al entendimiento del balompié. La primera visita del ‘10’ a la isla fue en 1987; a partir de esa fecha, regresaba continuamente a conversar con el líder revolucionario sobre futbol y otras cosas.
Maradona le obsequió a Fidel una playera de Newell’s Old Boys y de la selección argentina con el número 10. Además, se internó en Cuba durante su rehabilitación contra las drogas en la clínica La Pedrera con el apoyo total de Fidel Castro. Pese a que, en cada foco que había oportunidad, un futbolista cubano escapaba de una concentración internacional para salir de la isla, el gobierno de Castro tiene logros indiscutibles en el deporte. En la historia del medallero, Cuba tiene el mayor número de preseas latinoamericanas con 220 en justas olímpicas; México solo ha conseguido 67 en toda su historia. También, ha forjado algunos campeones mundiales de boxeo en diferentes categorías. Castro es sin duda un personaje icónico del siglo XX y la historia latinoamericana los conflictos internacionales como la Guerra Fría no se entenderían sin su presencia. Al igual que el deporte, ejemplo de la entereza que caracterizó al líder cubano que con 18 hombres logró derrocar la dictadura de Fulgencio Batista.
El legado de Fidel Castro tiene cifras que hablarán por él, para bien y para mal; para la condición de cada mente, de cada entendimiento histórico y de cada forma de pensar. Cuando conoció al ‘Che’ Guevara en la Ciudad de México y antes de zarpar del puerto de Veracruz, Castro emitió una de sus frases más famosas: “Si salgo, llego; si llego, entro; si entro, triunfo”, un procedimiento similar al del gol cuando inicia desde el saque de meta. Como sea, el líder cubano se equivocó de posición en el campo; de niño jugaba por la derecha, pero su vocación implícita en la revolución: puntero izquierdo.
Por Juan José Rojas
