El activismo mostrado por aquellos que salieron a las calles para rechazar el matrimonio igualitario recibió el espaldarazo del papa Francisco, quien el 25 de septiembre se declaró en favor de su movimiento: “Me asocio con mucho gusto a los obispos de México por sostener el empeño de la Iglesia y de la sociedad civil a favor de la familia y de la vida, que en este tiempo exigen especial atención pastoral y cultural en todo el mundo”.
Serio revés para los defensores de ‘la’ familia
Sin embargo, apenas dos semanas después, el santo padre ha dado señales de dar marcha atrás a su inicial bendición, al designar como cardenal a Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla. Y es que se rumora que monseñor Aguiar, quien este miércoles será ungido como príncipe de la iglesia en Roma, se convertirá en el nuevo Arzobispo Primado de México, ya que el ultraconservador Norberto Rivera deberá jubilarse en el 2017.
El posible enroque en la jerarquía católica cobra particular relevancia en vista de que el cardenal Rivera ha sido identificado por el diario hispano El País como “la cabeza más visible” de la cruzada en contra de los matrimonios igualitarios. Si el novel cardenal releva a monseñor Rivera, esto significaría un serio revés a los seguidores del movimiento, pues los jerarcas eclesiales no se llevan bien entre sí.
La homofobia de los viejos y la apertura de los jóvenes
Para desencanto de los paterfamilias, muchos de los jóvenes no ven problema alguno con este tipo de contrato nupcial. Si bien el FNF se jacta de que “millones de padres de familia” simpatizan con sus marchas, es difícil tapar con un dedo la creciente apertura de la juventud con respecto a los temas que a ellos tanto escozor les causa.
Y a las pruebas me remito. Peter Hart-Brinson, un profesor de la Universidad de Wisconsin, condujo en 2015 una investigación para sondear la opinión de padres e hijos con respecto a la homosexualidad y los matrimonios igualitarios. Hart-Brinson, quien ostenta un doctorado en sociología, reporta que los adultos de 44 años o más tienden a ver la homosexualidad como un comportamiento desviado o inmoral, mientras que sus hijos prefieren ver la como una opción tan válida como la heterosexual.
Refiere el investigador que los padres entrevistados “comparan con frecuencia a la homosexualidad con actos de desviación tan graves como el robo y el alcoholismo”. Algunos van más lejos y la explican como un acto pecaminoso y antinatural o como “un error de la naturaleza”.
Dicha percepción es hasta cierto punto explicable, ya que a principios de los setenta la homosexualidad era clasificada como “enfermedad mental”, tanto por la Organización Mundial de la Salud como por la Asociación de Psicología de los Estados Unidos. Si bien en 1974 dejó de ser considerada como una enfermedad, muchos prefirieron seguir pensando que lo era y que por tanto podía ser “curada”.
La obstinación de aferrarse al pasado
Tristemente, los ultraconservadores se siguen aferrando a algo que la ciencia médica tuvo a bien descartar ¡hace 40 años! A manera de ilustración, el semanario católico Desde la Fe publicó en su edición del 11 de septiembre que el “problema” de la homosexualidad es “reversible” y que “el cambio de homosexual a heterosexual es posible”. En otras palabras, ¡si eres gay, te podemos componer!
Como era de esperarse, muchos de los padres del citado estudio se oponen al matrimonio entre personas del mismo sexo. Uno de ellos expresa su sentir de la siguiente manera: “No me gustaría verlos besándose…sencillamente, no me siento cómodo con cosas así”.
Por el contrario, los jóvenes describen la preferencia por personas de un mismo sexo como parte de la identidad de un individuo, al igual que la raza (ser blanco, negro, etc.). Uno de los chicos entrevistados expresó así su punto de vista: “No se debería ver a las personas gay como si pertenecieran a una especie distinta; tienen los mismos sentimientos que los heterosexuales muestran entre sí”.
Son, pues, cada vez más los jóvenes que se niegan a cargar a cuestas los prejuicios caducos de sus padres. Yo invito a los de la “vieja guardia” a que se abran a las nuevas realidades y se atrevan a aventurarse a los retos que nos presenta este complejo siglo 21.
(*) Doctor en Comunicación por la Universidad de Ohio y Máster en Periodismo por la Universidad de Iowa
