En la era de la globalización, la inmediatez de la comunicación ha generado una dinámica indescriptible que ha afectado la vida de los pueblos. Es como vivir en una aldea global, término creado por McLuhan (1980), con el que describió las consecuencias socioculturales de la comunicación inmediata que posibilitaron los medios electrónicos. Significa ver y oír personas y hechos como si estuvieran en el momento y lugar donde ocurren, y se amplían los sentidos para crear un espacio simbólico en donde se reconstruyen y destruyen los procesos de la vida cotidiana. Esta aldea global, hoy, padece las consecuencias de la comunicación, inmediata y mundial.
El tema del mundo globalizado es que la realidad avanza mucho más rápido que la capacidad de los gobiernos y las instituciones para adecuarse. La tecnología juega un papel fundamental en la vida de las democracias y provoca grandes cambios en la economía y las familias, reforzando las tendencias hacia una mayor desigualdad.
La globalización permitió a las naciones adquirir conocimientos que en otra época hubieran tomado mucho tiempo y a ampliar la competencia de los mercados, junto a la ola democrática como mecanismo para preservar el estado de bienestar. Solo que se perdió de vista las consecuencias de la globalización como la expansión del populismo, la intolerancia y el radicalismo que se explican por sistemas políticos débiles, por la insuficiencia de la democracia y por la ambición de líderes políticos que responden a proyectos personales más que a los institucionales.
La conmoción mundial provocada por el ‘Brexit’ contiene varios de esos factores. Es el resultado de una Gran Bretaña desorientada, de su Primer Ministro oportunista, de un partido Conservador dividido y un partido racista -UKIP-, frente a temas como la inmigración y la crisis económica por las regulaciones impuestas por la Comunidad Europea. Ingredientes suficientes que tuvieron efecto, a través de los medios de comunicación, en el proceso del referendo que se convirtió en una catástrofe.
La Unión Europea ha sido una experiencia, hasta ahora, exitosa en cuanto a estabilidad, prosperidad e integración económica y política, pero que inquieta ante los rápidos cambios demográficos y culturales, con la sensación de que las desigualdades han aumentado, porque la globalización ha beneficiado a unos, mientras ha perjudicado a otros. La percepción o convicción de la pérdida del estado de bienestar y la incertidumbre económica, sacudieron el orden político establecido.
Al sistema democrático le urgen signos de responsabilidad, pluralismo y mayor comunicación con la población. Por ese camino, los ciudadanos insatisfechos con los resultados económicos, con la pérdida del ‘estado de bienestar’, con la corrupción, no hubieran sido tan fácilmente manipulados por políticos populistas que, apoyados por la tecnología comunicacional, construyeron en el imaginario colectivo, una visión de soberanía frente a Europa. De ahí el resultado del 51.76 por ciento por el ‘Brexit’ frente al 48.24 por ciento por el Remain.
El populismo representa un peligro para la democracia, ya que con la promesa de “que el pueblo gobierne”, alienta a las masas para que decidan en cuestiones políticas y económicas nacionales de alta envergadura. “Si Gran Bretaña hubiera sido fiel al principio de la democracia representativa y hubiera dejado la decisión en las manos de los electos diputados”, en este momento, los mercados financieros, las divisas mundiales, los recortes del gasto gubernamental no estarían frente a la incertidumbre del futuro que amenaza no solo a Gran Bretaña sino al mundo entero.
Los excesos de la democracia dejaron desprotegidos a los más vulnerables, los personalismos minaron la confianza en el Estado y, en tiempos de crisis económica, los demagogos capitalizaron la desesperanza de los débiles. El ‘Brexit’ es la alerta de un problema ignorado que está creciendo nuestra la aldea global.
Por: Patricia Espinosa Torres
[email protected] / Facebook Patricia Espinosa Torres